Grandes en el asombro
se me pierden los ojos
allá por donde el cielo sangra
y no caben más granos de arena
en mi desierto.
Confeso cobarde,
por primera vez de hinojos,
a mi manera expío culpas,
Ya el vigía de la nada
me ha seducido
y aguardo,
con la amargura
de unas almendras
babeando de mi boca,
que la noche implacable y negra
engulla mi soberbia.
NG